El concepto de responsabilidad corporativa que establece la norma es la que tiene toda organización, a través de los impactos y las decisiones que adopta en su entorno en materia social, ambiental y económica; siempre respetando las normativas legales de cada país, las normas internacionales de comportamiento, que son los Derechos Humanos, y contribuyendo al desarrollo sustentable.
—¿Cómo surge esta necesidad?
En principio, de una inquietud del Comité de Consumidores de la ISO, una organización internacional con sede en Ginebra, formada por un grupo de países interesados en la estandarización de los procesos. En este momento Fondonorma no es miembro de la ISO, aunque lo fue hasta el 2010. En este proceso de cinco años tuve oportunidad de ser la moderadora de los países en desarrollo, miembro del Consejo Consultivo de la Presidencia y miembro alterno del grupo encargado de la redacción. Esa experiencia me permitió retomar esta actividad de normalización, que no es que la hubiera dejado, como lo demuestra el hecho de que tenga veintiún años como consultora privada. Básicamente todas las actividades que hago dentro de las empresas consisten en establecer normas y procedimientos para tener un orden dentro de las organizaciones.
—¿Cómo puede aplicarse una norma a la responsabilidad social?
ISO 26000 es una guía que da lineamientos sobre cómo incorporar la responsabilidad corporativa en las prácticas diarias de una organización. El documento brinda dirección desde la base; en primer lugar porque hay que reconocer que la organización tiene una responsabilidad social, y fíjate que no habla de empresas, porque esto se aplica para todo tipo de organizaciones, públicas o privadas. Las organizaciones deberían tener una serie de principios: ser transparentes, respetar los Derechos Humanos, los principios de legalidad y los intereses de las partes que se ven, de una u otra forma, afectadas por sus actividades. Una vez reconocido el compromiso, se procede a identificar los grupos de interés, internos o externos, y a dialogar con ellos, para definir cuáles son las acciones que se deben tomar.
—¿Cómo fue el proceso de discusión?
Era un equipo de 450 personas de 99 países, con diferentes criterios, razas, culturas, religiones. Había representantes tanto de naciones en desarrollo como de países desarrollados, y tenían necesidades completamente distintas. Costó mucho lograr el consenso pero fue posible, entendiéndolo como el “acuerdo entre los desacuerdos”.
—Y partiendo de esa premisa, ¿cómo se pudo lograr una norma en algo tan subjetivo?
Por eso se habla de “debería” y no de “obligación”, porque cada organización asume lo que le corresponde. No importa dónde opere, el tamaño o el tipo.
Desmitificando la RSE
Para la asesora gerencial, este concepto en Venezuela no es nuevo. Se había manejado en el pasado aunque no se divulgaba lo suficiente. “Desde comienzos del siglo XX muchas empresas en Venezuela han desarrollado programas de responsabilidad social, el asunto es que no lo difundían y daba la impresión de ser algo obligatorio, lo que no es cierto, porque desde el momento en que empieza a ser obligatorio deja de ser responsabilidad social y se convierte en responsabilidad legal”, sostiene la ingeniero.
Puterman también aclara que Venezuela no es el único lugar donde la responsabilidad social está en auge, “porque uno no puede vivir aislado, por lo que tenemos un entorno y las organizaciones deben respondernos”. Agrega: “Hay países donde el Estado no puede asumir temas como la educación y la salud, y son las organizaciones las que tienen que contribuir para el desarrollo de estas actividades. En Venezuela recién empieza a propagarse esta información, los demás países también están estudiando el documento”.
Asimismo, explica que ISO 26000 es una guía que se asume en forma voluntaria; las organizaciones deciden qué hacer en materia de responsabilidad social de acuerdo con sus necesidades. “La norma es una serie de ‘deberías’ en cada materia”, concluye.
A propósito del Día de la Mujer
Este año, la ISO publicó un artículo en su página web sobre las mujeres que se han destacado en el ámbito de la estandarización en el mundo. Escogió cinco profesionales de diferentes áreas: Sophie Clivio (Francia), quien es funcionaria de la ISO; Mojdeh Tabari (Irán), secretaria de un comité técnico de la ISO; Ziva Patir (Israel), quien fue directora del Instituto de Normas del país y vicepresidenta de Comité, además de precursora en la elaboración de la norma ISO 26000; Norma McCormick (Canadá), presidenta del Comité de Consumidores; y Perla Puterman (Venezuela), no solo debido a su experiencia y trayectoria en materia de normalización, sino también por ser una digna representante de la mujer latinoamericana al frente de los organismos nacionales de normas y por su liderazgo en el proceso de elaboración de ISO 26000.
Perla Puterman es experta en normalización, sistemas de gestión, indicadores de gestión y responsabilidad social. Cofundadora y moderadora del Foro Iberoamericano de Responsabilidad Social, creó y presidió la Comisión de Responsabilidad Social de Fedecámaras. Ha sido consultora de la ISO en Normalización y Responsabilidad Social, ex Directora General Sectorial de Tecnología del Ministerio de Fomento, ex Directora General del Organismo Nacional de Normas y Certificación de Calidad (Fondonorma), profesora de varias universidades en el país, y miembro del consejo editor de la revistaRSE Venezuela.
Durante los cinco años que duró la elaboración de la norma ISO 26000 asistió a ocho reuniones realizadas en Salvador de Bahía y Bangkok (2005), Lisboa (2006), Sydney y Viena (2007), Santiago de Chile (2008), Quebec (2009) y Copenhague (2010). Ha sido expositora en Austria, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Dinamarca, Honduras, Guatemala, India, México, Perú y Venezuela, en diferentes eventos sobre responsabilidad social.
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